Hoy más que nunca parece que la palabra escrita es permanente. Además de la democratización de la imprenta, el mundo de hoy ofrece oportunidades digitales que harán muy difícil que un texto muera o su última copia se pierda para siempre.
Sin embargo, éste no siempre fue el caso. Es difícil pensar en la enorme cantidad de obras literarias de la antigüedad que no han llegado a nuestros días. Y esto es algo que no sucede solamente con las obras, sino también con los propios autores. Me llama la atención que existe una lista con más de 50 nombres, pertenecientes a autores griegos que sólo son conocidos por referencias secundarias (es decir, sólo se sabe de su existencia porque son mencionados en la obra de alguien más.
Sobre todo y por alguna extraña razón me da risa el caso particular del epigramista Admetus, de quien Luciano de Samósata decía conservar una sola línea de toda su obra.
En fin, que podemos estar agradecidos de vivir en el futuro, donde la llegada de la era digital ha cambiado las reglas del juego. Por supuesto, muy pronto este futuro será pasado, y así ad infinitum.
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