Cuentan los que saben que a principios del siglo XX vivía en la ciudad de Zacatecas un hombre llamado Ernesto Mendoza de la Parra, que además de ser profundamente religioso también sentía curiosidad por otros temas de una mística un poco más pagana.
De acuerdo a la leyenda, uno de los trabajadores de Ernesto le contó que en su rancho se aparecía el fantasma de una mujer, y que deambulaba hasta desaparecer entre la maleza. En sus libros de misticismo, Ernesto había leído que donde desaparece un fantasma se esconde un tesoro (ignoro en qué supuesto libro haya leído eso, pero sospecho que algo tiene que ver con el mito del oro al final del arcoíris de la tradición irlandesa).
Así pues, Ernesto pidió a su trabajador que lo condujera a su rancho, y junto con las familias que ahí vivían esperaron a que cayera la noche. Y en efecto, entre la oscuridad cobró forma la fantasmal aparición de una mujer que deambuló entre matorrales hasta desaparecer en un saguaro. Ernesto señaló que ahí era donde debían cavar, y terminaron encontrando dos baúles llenos de monedas de plata, dando historia al supuesto origen de la familia de la Parra.
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